Profundidades by Roderick Gordon; Brian Williams

Profundidades by Roderick Gordon; Brian Williams

autor:Roderick Gordon; Brian Williams
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Fantasía
editor: Desconocido
publicado: 2011-04-15T05:00:00+00:00


No hubo incidentes en el recorrido por la Llanura Grande, aunque se vieron obligados a cruzar varios canales usando como puentes las estrechas compuertas. Will tenía que esforzarse para ir al paso de Elliott, que se desplazaba a una velocidad asombrosa. Intentó pisar como ella le había enseñado, pero no pasó mucho tiempo hasta que el empeine le empezó a doler de tal manera que tuvo que desistir.

Elliott empezó a ir más despacio cuando se hizo visible la pared de la caverna. Examinó detenidamente los alrededores con la mira de su rifle, y a continuación le mostró el camino por un túnel bajo y ancho. Se detuvo tras recorrer unos cientos de metros.

Había un olor indescriptible, un intenso hedor a carne podrida, que resultaba hiriente. Will intentó respirar por la boca, pero aquella espantosa peste era tan fuerte que casi podía paladearla.

Pero entonces, a través de la mira, vio algo que hizo que el corazón le diera un vuelco.

—¡Oh, no! —exclamó sin resuello.

Aun lado del túnel había cadáveres de lo que, a juzgar por la ropa con que estaban cubiertos, tenían que ser renegados. Y al otro lado, enfrente de ellos, había coprolitas, que llevaban todavía sus trajes bulbosos. Sin necesidad de hacer preguntas comprendió que aquello lo habían hecho los styx, y que los cadáveres habían sido abandonados allí ya hacía tiempo. El olor que emanaba de ellos no dejaba lugar a dudas.

Contó cinco renegados y cuatro coprolitas. Tanto en una fila como en otra, los cuerpos estaban atados a gruesas estacas de madera. Las cabezas de las víctimas colgaban sobre sus pechos, y los pies estaban soportados por una pequeña madera horizontal, cruzada y clavada a la estaca vertical aproximadamente a medio metro del suelo. Eso producía un efecto inquietante, dando la impresión de que los oscuros y mudos cadáveres estuvieran en realidad suspendidos en el aire.

—Pero ¿por qué han hecho esto? —preguntó Will, negando con la cabeza ante aquella terrible matanza.

—Es un aviso y una manera de demostrar su poder. Lo hacen porque son styx —respondió Elliott. Mientras ella se acercaba a la fila de los renegados, él se fue a la de los coprolitas, aunque era la última cosa en el mundo que le apetecía hacer.

—A este hombre lo conocía —dijo Elliott con tristeza, y Will, al volverse, vio que ella se había quedado plantada ante uno de los cuerpos.

Después, conteniendo la respiración, se obligó a mirar el cadáver de un coprolita. El color champiñón del traje resaltaba con el ámbar de la mira, pero había una zona oscura alrededor de los ojos. Las esferas de luz no se encontraban allí. Era evidente que la gruesa goma del traje había sido rasgada para sacarles las pequeñas esferas. Sintió un estremecimiento. Tenía ante él una prueba palpable de todo el horror del que eran capaces los styx.

—¡Carniceros! —murmuró para sí.

—¡Will! —exclamó Elliott de pronto interrumpiendo sus pensamientos. Ya no estaba observando los cadáveres, sino mirando a uno y otro lado del ancho túnel, con los sentidos aguzados.

—¿Qué pasa? —preguntó él.



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